Los escritores son unas de las personas más crueles del
mundo.
Ellos pueden crear mundos de la nada y destruirlos con el
solo toque de una pluma en papel. Ellos engendran vidas tan fácilmente como las
arrebatan.
Ellos van por el mundo dejando libres sus creaciones,
permitiendo que se introduzcan en nuestros hogares, en nuestras estanterías, en
cualquier lugar donde podamos encontrarlas y tomarlas en nuestras manos,
llenándonos de curiosidad. Una vez que las hemos hojeado, estamos perdidos,
hemos caído en sus garras.
A partir de eso nos tienen sencillamente a su merced, haciéndonos
sufrir noches enteras preguntándonos los porque, los cuándo, los cómo. Esperando
días enteros, meses completos, años interminables simplemente para saber si murió
o no, si ocurrió ese beso tan esperado o alguien lo detuvo, si será descubierto
o se saldrá con la suya.
Solo nos dejan saber lo necesario y soñar con lo innecesario.
Nos hacen esperar sin piedad, dejándonos vivir con la
incertidumbre que nos consume lentamente. Nosotros queriendo saber lo que
ocurrirá, y ellos siendo los únicos en conocer la verdad.
Congelándonos la respiración con sus palabras. Deteniéndonos
el corazón con su suspenso. Quebrándonos la mente con sus misterios.
Haciéndonos odiarlos y amarlos al mismo tiempo. Gritarles,
desear tenerlos enfrente para decirles un par de insultos de nuestro repertorio
o abrazarlos con entusiasmo e inclusivo, ¿por qué no?, hasta besarlos si la emoción es demasiada.
Nos hacen enamorarnos de ese ser que ellos crearon y odiar a
aquel que se atreve a hacer sufrir a nuestro amado protagonista.
Nos hacen sentir identificados, nos hacen creer que existe
alguien más que nos entienden, que piensa igual que nosotros, que sufre por las
mismas cosas que nosotros sufrimos.
Nos emocionan, nos hieren, nos hacen llorar, nos hacen temer
o creer que alguien más está detrás de nosotros.
Nos arrebatan noches enteras de sueño. No permiten que
continuemos con nuestras vidas normales hasta que ellos nos lo permitan.
Nos hacen olvidar nuestras preocupaciones, nos arrebatan
nuestros temores y los convierten en otros: en los de ellos, en los de sus
personajes.
Nos dejan traumas, secuelas de lo que hemos leído que no
desaparecen con facilidad.
Nos hacen soñar, añorar, desear ser nosotros los que amen de
esa forma o agradecer no estar en los zapatos de aquellos a quien tanto hacen
sufrir.
Nos secuestran de nuestras casas, de las escuelas, del lugar
en donde nos encontremos y nos obligan a viajar a otros mundos, a
desaparecernos del mundo real para adentrarnos a los lugares que ellos mismos han
creado.
A veces enamoran con inicios prometedores y nos rompen el
corazón con detestables finales, o viceversa.
Destruyen, desmoralizan, le cambian la vida a su personaje de
forma radical, a esos seres que nacieron de su cabeza, quizás hasta de su
corazón.
Pero al final del día, cuando el ocaso ha llegado cubriendo
las últimas páginas del libro que sostenemos en nuestras manos, haya sido bueno
o malo, nos haya gustado o no; siempre nos abandonan dejándonos con ese vacío
indescriptible que se crea en nuestro interior al saber que todo ha llegado a
su fin, al saber que ya no habrá misterios ni emociones que nos llenen el
corazón; y que ahora, nuevamente, solo estamos nosotros para enfrentarnos al
mundo real, sin héroes que nos rescaten, sin damiselas a quienes salvar, sin
villanos a quienes temer. Solo nosotros y las páginas de un libro que ahora
solo servirá para recordar lo alguna vez vivido, lo alguna vez leído.
Solo nosotros con nuestros problemas, ellos con los suyos. Porque
eso, es lo más cruel que nos pueden llegar a hacer, pero lo más inevitable.
Así son ellos, seres crueles e inhumanos que nos entienden y
nos describen mejor que nosotros mismos.
0 comentarios:
Publicar un comentario