ıllıllı ω я ι т є ω ι т н м є ıllıllı

ω я ι т є ω ι т н м є
A veces los sueños estan tan alejados de la realidad que,
cuando uno sueña con volar,
segundos despues termina en el suelo
con varias extremidades rotas y un derrame cerebral

(Jazz Noire)

26 ene 2010

Rosa Negra Para Una Pianista (Versión Corta)

La historia mas confusa que he escrito (Digamos que no logre el cometido).
En fin, tiene 2 versiones diferentes (tuve que hacer una versión más corta de la primera que escribí para poder entrar a un concurso) y es esta versión la que va a hacer publicada aquí.

Si desean leer la versión Original que es algo diferente, sobretodo al principio, solo entren aqui.
Espero les guste ^^

"Rosa Negra Para Una Pianista"
Lo único verdadero de esta historia es que ellos deben morir... Esta noche.
Sombras que podían tomar la forma de cualquier bello paisaje, un dulce sonido de piano acompañado con una hermosa voz angelical, y una joven en espera del abrazador silencio de la muerte.

— Mi pequeña Rose, no llores más. — Y no lo hizo. No porque aquel hombre se lo hubiera pedido, sino porque ya no había razón para hacerlo. Pronto se dio cuenta de la única verdad, la única realidad, y no aquella que había dictado esa carta y esa rosa.

Sabía que todo terminaría en ese mismo lugar en donde tuvo un comienzo; era irónico en realidad, pero aún así no podía dejar atrás todo el dolor que aquel hombre la había causado horas atrás, justo cuando leyó su carta:

“Perdona por todo el tiempo que te hice perder a mi lado; yo sí me arrepiento de haberlo vivido. Perdona por todas las palabras que te llegue a decir alguna vez; ninguna de ellas eran ciertas…”
Y las palabras eran escritas en el aire y en su mente. En su rostro se reflejaban al recordarlas…

“Espero que pronto logres encontrar a alguien que en realidad merezca amarte. Alguien que no sea como yo, porque yo no te amo. Ya hay alguien para mí, por eso, perdona.

Si de verdad deseas comprobar que lo que digo aquí es cierto y escucharlo de mis propios labios, ven a media noche a la orilla del lago donde nos conocimos.

Y por favor, Perdona.

Gabriel”

Sí, aún había retazos en su memoria, de aquellas crudas palabras que ese hombre le había dedicado a través de aquella carta que recordaba, y el dolor que recorrió su anatomía cuando lo comprobó con aquel color que adornaba una rosa.

— Si algún día el rojo de esta rosa se oscurece, entonces sabrás que no te amo más. Pero… ¿Sabes? Nunca antes he visto una rosa negra.

Esas palabras, que en ese día lejano parecían tan irreales, en aquel momento se habían cumplido y a pesar de eso aún podía sonreír, sonreírle a aquel hombre que había arruinado su vida por completo y que prontamente le daría fin a la misma.

Lo odiaba, claro que lo odiaba, pero aún así no podía pasar por alto el lindo gesto que le hacía al no dejarla respirar un minuto más en un mundo en el cual ya no continuaba latiendo ese corazón que siempre amó con locura y por mostrarle la verdadera realidad, y no aquella que él mismo había creado.

Y ahora podía morir feliz, porque sabía que pronto se reuniría con él, y que el negro de esa rosa, que la había condenado a la miseria, no fue por falta de amor sino por falta de un corazón.

— Tú nunca fuiste mía — pronunció aquel hombre con veneno en su voz – y nunca vas a ser de nadie más…

La joven sonrió por primera vez desde su llegada a aquel lago, le dirigió las primeras y últimas palabras al hombre que en ese momento llevaba un cuchillo directamente al corazón de ella.

— Byron… Gracias… — Ahora podría estar de nuevo con el verdadero hombre que amo y que horas atrás había muerto a manos del mismo asesino, que en esos momentos tenía frente suyo.

Y su vida termino gracias al amor que nunca pudo corresponder…

Sombras que deformaban a cualquier bello paisaje, un dulce sonido de piano acompañado con una hermosa voz angelical que dieron el paso al silencio sepulcral, y una joven que se desplomaba inerte al frio suelo, junto a una carta y una rosa negra.


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Todos la ovacionaron de pie, no sólo por su extraordinario talento al piano ni por su hermosa voz angelical, sino por aquel talento nunca antes visto en aquel mundo.

Nunca creyeron que aquel espectáculo que sólo prometía ser otro común recital de piano, resultaría ser en realidad una exhibición de habilidades extraordinarias nunca antes vistas.

Todo había comenzado con aquella joven y hermosa pianista en el fondo del escenario, un lugar que muchos habían considerado algo inapropiado para un simple recital de piano. El aspecto físico de ella y la extraña posición que había tomado en el escenario era sólo el principio de sus sorpresas.

Cuando comenzó a tocar, ante los ojos de todos sus atónitos espectadores, unas sombras comenzaron a dar paso a la creación de un mundo absolutamente realista enmarcado por su bella voz angelical. Aquel espectador que hubiese llegado tarde, hubiera podido jurar que todo aquello no era más que otra obra de teatro más. Pero no, no era un simple juego teatral, sino algo realmente espectacular que contuvo, durante varios minutos, la ovación de todo su público espectador.

Esperó pacientemente ante todos los halagos, felicitaciones, obsequios y demás cosas que sus espectadores le daban sin cesar, a pesar de que a aquella pianista aún le quedaba una larga noche por pasar y un plan que debía de efectuar.

Más que eso, lo que abundaba a su alrededor eran esas preguntas de todos aquellos que aún no podían aceptar el realismo de aquel talento… ¿Qué fue todo eso? ¿Cómo lo has podido hacer? ¿Todo eso fue real? ¿Desde cuándo lo haces?, y miles de preguntas más a las cuales la pianista solo respondía con una dulce sonrisa:

— Es sencillo. Solo basta con recordar el pasado y crear el futuro. — Y agregaba — Sobretodo el crear un futuro.

Y así fue cómo con esas palabras, poco a poco, se fue disculpando, y salió de aquel teatro en el cual aún permanecían miles de personas ansiosas por conocer más sobre aquella bella y extraordinaria pianista, Scarlett…


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Llegó a una pequeña y antigua cabaña. ¿Que si ese era su hogar? En esos momentos lo era, era el hogar que con tanto gusto había arrebatado. Con un hermoso ramo de rosas rojas entró en ella, pero pronto lo arrojó con desprecio al suelo. Sólo existía una rosa que le interesaba.

Su vista se fijo rápidamente en un viejo y arrumbado estante de cristal, en donde una sola rosa era exhibida. Pero lo extraño de aquella rosa no era lo solitario de su posición, sino el color negro que adornaba todo sus pétalos. La joven sonrió con satisfacción en cuanto la vio.

Volteó a sus espaldas y observó el cuerpo de otra joven que yacía inerte en el suelo. Se acercó a ella, y tomó con gran alegría su brazo con la sola intención de tomar su pulso. Su sonrisa se ensanchó en cuanto lo confirmó… ella ya había muerto. Afuera, el cielo comenzaba a oscurecer.

Era tarde y todavía tenía muchas cosas por hacer: desechar un cadáver al lago y esperar ahí para ver la última mirada viva del hombre que solo debió de ser de ella. Así que corrió con cierta alegría hacia el fondo de su hogar, y ahí observó pensativa una serie de pertenencias ideales para acabar con los latidos de alguien.

Pensó en el veneno que antes había usado en la joven, pero su reacción era demasiada lenta para la situación en la que lo necesitaba, así, que sin perder más tiempo, tomó un simple y práctico cuchillo y se dirigió, con el cuerpo inerte que debía desechar, hacia el lago.

No tardó mucho en que el joven, cuyo corazón entregó y cambió por el de otra chica, llegara a su presencia. Ella, la pianista, no perdió tiempo en palabras inútiles y arrepentimientos de última hora. No, se dirigió con decisión hacia la persona que más amaba en esos momentos y clavó un cuchillo en su pecho.

— Gabriel, tú nunca fuiste mío — comentó las palabras con cierta crudeza en su tono de voz, que daba un contraste aterrador con su sonrisa - y nunca vas a ser de nadie más…

Con el cuerpo sin vida que había caído al suelo, la bella pianista tomó una hoja de papel que él había aferrado a su pecho hasta el último aliento; aquella carta que horas atrás había presentado ante su público.

Una carta que contenía toda huella de su toque personal, pero cuyo remitente era la firma de una joven llamada Rose…

FIN

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12 ene 2010

Todo Menos Yo



“Todos Menos Yo”


Tuvo la suerte de no morir en ningún accidente que se le presentaba en la vida, pero ¿Algún día esa suerte tendrá su fin?

Todo se había oscurecido de repente dejándose escuchar solo gritos de dolor, sollozos y miles de voces que repetían una y otra vez palabras incomprensibles para ella.

Miró a todos lados con la esperanza de encontrar una salida a ese aterrador tormento, pero todo lo que su vista podía proporcionarle era oscuridad, solo oscuridad.

Comenzó a desesperarse, sobre todo cuando unas fuertes y dolorosas punzadas se hicieron presentes en toda su anatomía. Quería gritar, correr, pero su cuerpo se encontraba inmóvil. Varias lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas mientras el dolor y las voces se incrementaba a cada segundo, dándole la sensación de que moriría en ese mismo instante.


Pero de un momento a otro eso desapareció; el dolor, los gritos, las voces, la desesperación, todo. A cambio de eso hubo un profundo silencio y sintió cómo una agradable sensación de paz y tranquilidad se hizo presente haciéndole olvidar por completo su desesperación por encontrar una salida.

Volteó y notó una pequeña luz que parecía encontrarse al final de esa espesa oscuridad y se dirigió hacia ella. Entonces despertó…

Se encontraba, como debería de estar, recostada en la cama de su habitación. Al parecer todo había sido un sueño.

Estiró su brazo hacia el buró para tomar su reloj y descubrió con horror que alguien había apagado su alarma, logrando así que se hiciera tarde para llegar a su escuela. Rápidamente se levantó de su cama, se vistió y salió de su casa sin siquiera despedirse de sus padres.

Abigail Lincoln era su nombre; una chica de 18 años, tez morena, cabello y ojos oscuros, de estatura y complexión mediana, nada fuera de lo común. Pero a pesar de eso había algo que la diferenciaba y era su miedo por relacionarse con las personas, algo que la hacía ser una chica solitaria.

Ese miedo tenía como origen, como muchos lo llamarían, una maldición. Desde pequeña había sufrido un gran número de accidentes; desde simples caídas hasta choques, atropellamientos e incendios en los cuales ella solía salvarse pero sus acompañantes, que en la mayoría eran amigos y familiares, no tenían tanta suerte. Así que, posiblemente, su miedo no era tanto por relacionarse con los demás, sino por encariñarse con ellos y luego perderlos.

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Una fría brisa se podía sentir en el aire, ocasionando que los cuerpos tiritaran al contacto. El cielo se encontraba nublado y gris, dando posibles indicios a la humanidad de que esa tarde llovería.

Los pasillos de la Westerm School se encontraban en profundo silencio, ocasionando que se hicieran notar más los leves sonidos que se escapaban de vez en cuando de las aulas de clase repletas de jóvenes estudiantes.

Abigail se adentró con rapidez en esos pasillos, cuidando de no alterar la monotonía del ambiente y rogando a cada paso que el maestro le permitiera el paso a su clase. Y así, con gran temor, abrió lentamente la puerta del aula esperando escuchar algún regaño de parte de su maestro, pero nada escuchó.

Vio cómo varios de sus compañeros miraban distraídamente hacia la puerta, manteniendo su vista fija no más de 5 segundos para luego regresar su atención al pizarrón. De igual forma, el profesor fijo su vista en la puerta y sin mostrar ningún gesto de molestia continuo con su explicación.

La chica tomó esta acción como su permiso para poder entrar, y así lo hizo; entro al salón sin hacer algún escándalo para evitar llamar la atención, se sentó y comenzó a anotar lo que se encontraba en el pizarrón.

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Nuevamente ahí se encontraba esa chica mirándola; haciéndola sentir como si fuera un fenómeno, un mounstro, un fantasma…

Desde que Abigail llego a su clase por la mañana, la chica que respondía al nombre de Samanta Banks se había encontrado todo el día observándola de una forma muy extraña, como si no creyera que la estuviera viendo, que fuera real…

— Sam… Sam… ¡Te estoy hablando! – logro escuchar Abigail, al pasar por el grupo donde se encontraba ella.

— ¿Eh? ¿Decías algo? – contesto Samanta distraídamente

— ¿Qué te pasa? Hoy has estado muy distraída – comento otra chica

— No es nada. Es solo que me pareció ver algo… pero de seguro fue mi imaginación… - Y dejó de mirarla.

¿A qué se refería con eso? ¿Por qué decía que era solo su imaginación? ¿Qué le pareció ver algo? ¿Y por que todo el día se había encontrado mirándola? Definitivamente lo tenía que descubrir.

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Samanta Banks siempre tenía la costumbre de ir al baño al término de todas sus clases y ese día no sería la excepción. Se encontraba lavándose las manos cuando Abigail entro…

— Sam… ¿Podemos hablar? – le pregunto con seriedad.

La chica levantó su mirada, dándole la oportunidad a Abigail de notar la expresión de horror que se reflejaba en su rostro y cómo éste poco a poco se palidecía.

— No, no es cierto… Es solo mi imaginación – repetía Samanta una y otra vez, cada vez que Abigail trabada de decirle algo

— ¿Cómo que tu imaginación? ¡Samanta! ¡Te estoy hablando! – y acerco su mano al hombro de ella con la sola intención de llamar su atención, al ver que el hablarle no le estaba dando resultado.

— ¡Vete de aquí! ¡Ya déjame en paz! ¡Estás muerta! ¿¡Qué no lo entiendes!? ¡Vete! – Comenzó a gritar histéricamente al sentir el roce de la mano de Abigail, arrojando al aire todo objeto que tuviera a la mano.

En cambio, Abigail solo la veía atónica, sin poder creer el comportamiento de la chica. Y así, Samanta continuo gritando y arrojando objetos, pese a los vagos intentos de Abigail por detenerla; hasta que uno de ellos golpeo el espejo rompiéndolo en pedazos. Samanta se desplomo en el suelo y rompió en llanto.

Varias chicas, que habían escuchado el alboroto, entraron rápidamente y se acercaron a Samanta ignorando por completo la presencia de Abigail.

— Abigail… déjame… por favor… - susurro Samanta antes de quedar inconsciente.

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Todo lo que había ocurrido esa mañana la había hecho pensar… ¿Por qué ahora parecía como si fuera invisible para todos? es decir, cada que intentaba hablar con alguien simplemente la ignoraban.

¿Y por qué esa tal Samanta, la que al parecer era la única que parecía escucharle, le decía que estaba muerta? cuando obviamente no era así… ¿o sí?

Entonces recordó aquel sueño, los gritos, las voces, la luz… ¿Y qué tal si eso en realidad no había sido un sueño? ¿Qué en realidad si murió? Pero si fuera así… ¿Por qué aun seguía ahí?

— ¡¿En qué estoy pensado?! ¡De seguro son simples coincidencias! – Exclamó con frustración acercándose a la ventana, observando cómo afuera había comenzado a caer una fuerte tormenta – No puede ser…

Continuó mirando por la ventana durante varios minutos más, guardando completo silencio; y trató de descifrar si era cierto o no que estaba muerta, a pesar de que por dentro se negaba a aceptar que lo era.

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por ella misma, que salió rápidamente de su habitación al escuchar la puerta abrirse. Sus padres habían llegado.

Bajó rápidamente las escaleras pero detuvo el trayecto al ver a su madre, quien se había sentado en el sillón llorando inconsolablemente. En ese mismo instante sintió como si su mundo se viniera abajo, sobre todo al notar que su madre se encontraba vestida completamente de negro.

— Sí he muerto… - susurro Abigail con dolor, mientras algunas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.

— ¿Abby? ¿Eres tú? – Preguntó su madre dirigiendo su vista hacia ella.

— ¿Por qué lloras? – Preguntó ahora Abigail con sorpresa.

— Por nada amor… Ven y quédate conmigo - Su madre estiró ambos brazos, deseando abrazarla.


Sin dudarlo, Abigail corrió hacia ella para después abrazarla fuertemente…

— No estoy muerta… ¿Verdad?

— Claro que no estás muerta Abby, nunca lo vas a estar…

— Pobre… Aún no asimila el hecho de que su hija ha muerto –Comentó un hombre de edad avanzada que se encontraba mirando desde la puerta de la sala

— Debió de estar preparada. Todos sabíamos que tarde o temprano su suerte se iba a terminar y que moriría en uno de los muchos accidentes que sufriría – Dijo otro hombre un poco más joven

— Nunca se está prepara para algo como eso - Otra mujer se hizo presente en el lugar – Perder a un hijo es uno de los más grandes dolores que existen en la tierra; te deja sin alma, completamente hecha pedazos. Por eso, lo único que optas por hacer es negar que ha ocurrido, que ha muerto, y que aun sigue con nosotros.

— ¿Vamos con ella? – Pregunto el primero.

— No, dejémosla sola un momento, necesita aceptar el hecho de que su hija se ha ido – Contesto la mujer, retirándose del lugar seguida por los dos hombres

— ¿Por qué dicen eso, mamá? – Pregunto Abigail al escuchar la conversación - ¿Por qué dicen que estoy muerta?

— Porque ellos no entienden que no lo estás…

FIN

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