ıllıllı ω я ι т є ω ι т н м є ıllıllı

ω я ι т є ω ι т н м є
A veces los sueños estan tan alejados de la realidad que,
cuando uno sueña con volar,
segundos despues termina en el suelo
con varias extremidades rotas y un derrame cerebral

(Jazz Noire)

25 jun 2010

Ojos En Madera



"Ojos en Madera"
"Y cada segundo esos miles de ojos que la observaban con detenimiento la atrapaban aún más…"

Posó su mano sobre la madera deslizándola de un lado a otro con suavidad, las suficientes veces que fueran necesarias para que solo se percatara de lo obvio: no estaba tallada. Entonces, ¿Cómo esas caras, esos rostros con facciones detalladamente perfectas habían quedado impregnados en esa madera tan vieja?

Y cada segundo esos miles de ojos que la observaban con detenimiento la atrapaban aún más…


— Marion… Marion… Iré a buscar en la parte de arriba.


— Aja… — fue el único sonido emanado por la antes mencionada; sus ojos, su mente, su consciencia y sus sentidos se centraban solo en ese muro de vieja madera, más específicamente, en cada uno de los pequeños rectángulos que la dividían y en los cuales se podría apreciar un rostro perfectamente detallado.

Lo más impresionante no era lo preciso de las facciones, sino que, dentro de esos cientos, quizás miles de opciones, no había ninguna que se pareciera en lo absoluto.

El rostro de un hombre, aparentemente de tercera edad por juzgar en la gran variedad de arrugas que lo adornaban, expresaba una paz y tranquilidad profunda, quizás alegría. Al parecer había vivido una buena vida y no se arrepentía del día en que la muerte tocó a su puerta…

En cambio, las facciones de una señora, aparentemente de la misma edad que el señor, mostraban todo lo contrario. Sus ojos, hundidos en la nostalgia del pasado que tanto amó y que nunca dejó, la cegaban del final en que su vida había terminado. Ella nunca estuvo preparada para morir, siempre hubo cosas que no pudo hacer…

Cuatro rostros más abajo y mas a la izquierda destacaba uno libre de arrugas. Lo fino de sus facciones y la carencia de cualquier señal de un crudo golpe de la vida, daba la obviedad de que el poseedor de aquella risueña sonrisa era un niño, un casi infante sin memoria para un pasado y sin preocupación para un futuro, solo sabiendo cómo vivir su presente…

Más arriba se pudo observar el rostro de una mujer cuarentona; sus ojos, enmarcados por unas gruesas y oscuras ojeras, eran retenidos en todas las preocupaciones que por su mente abundaban, siendo su vida un trago diario de veneno recargado en deudas, hijos, problemas familiares, violencia, infidelidades…

Al final del muro, la mirada de un joven de su edad, de aproximados 21 años, cuyos ojos mantenían la vista en un solo en punto en especifico, en una sola meta que lo llevaría a su vida deseada y que lucharía por alcanzar hasta el último de sus alientos; terminó de atrapar por completo su consciencia, hundiéndola finalmente en un mundo donde sólo existía ella y el muro, ella y esos rostros, ella y esos miles de ojos observándola.


Pero sobre todo, un pequeño recuadro a su lado que vislumbraba por la ausencia de un rostro grabado en él, el que más termino por atraer su atención.


Por que dentro de esos cientos, quizás miles de recuadros decorados con diferentes facciones de diferentes personas, se encontraba uno carente de esa peculiar característica. Alguien lo habría olvidado. O era acaso que había una razón en específico detrás de aquel pequeño detalle.

Ella bien pudo haberse hecho esas y otras miles de preguntas más si tan solo se hubiera resistido al llamado que aquel recuadro en blanco le hacía… Si tan sólo se hubiera negado a la petición de ese mundo en poner su mano sobre el muro…

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Una discusión terminada en palabras hirientes e insultos las había llevado por una caminata sin sentido por el bosque, caminata que terminó siendo una carrera por encontrar una protección para aquella tormenta que repentinamente había comenzado a caer sobre ellas.

Sus opciones se habían reducido a muy pocas: Entrar a la tétrica y oscura casa abandona y protegerse de la tormenta, o quedarse afuera y morir por una pulmonía. Por suerte ninguna de los dos le tenía miedo a la oscuridad.

Aún cuando cruzaron aquella vieja y desgastada puerta de madera, tuvieron la sensación y el deseo de que esa casa no estuviera tan abandonada como lo parecía o que, por lo menos, encontrarían cosas de utilidad… Quizás alimentos, ropa, abrigo… nada de eso les hubiera venido mal.


Pero la gran habitación nula en muebles, decoración o señales de vida, les dio el aviso de que se habían equivocado. Aun así, ella no quiso darse por vencida tan fácil.


Marion tampoco lo hubiera hecho. Lástima que aquellos miles de ojos que la observaban atraparon todo de ella…


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— Al parecer esta casa sí está abandonada.


La joven, con sus esperanzas cruelmente pisoteadas por la resignación de la verdad, bajó de aquel segundo piso sólo para encontrarse con la misma soledad que hacía minutos atrás había sentido en aquel piso superior abandonado.

— ¿Marion? — movió su vista de un lado a otro, luchando con la oscuridad que le impedía ver con claridad, deteniéndose de vez en cuando en el lugar donde había dejado a la chica; frente de uno de los cuatro muros que componían la habitación.


Fue en unos de esos vistazos rápidos a ese muro cuando una inexplicable atracción comenzó a poseerla. No pudo despegar su vista y olvidó por completo la razón del porqué estaba ahí, quién era, qué hacia; siendo perceptible solo para la chica la existencia de ella y el muro, ella y esos rostros, ella y esos miles de ojos observándola.


Comenzó a analizarlos uno por uno de forma desigual, deslizando su mano inconscientemente sobre la vieja madera solo para verificar que aquellas perfectas facciones no habían sido talladas.


Y cada segundo esos miles de ojos que la observaban con detenimiento la atrapaban aún más…

Fue precisamente el rostro de una joven el que más llamó su atención. No sólo por lo perfecto de sus facciones, sino porque recordó la existencia de cierta persona dentro de aquella mirada perdida en el arrepentimiento, arrepentimiento por haber sido sus últimas palabras insultos hacia la personas que más quería y por no haber podido decirle un último “Te Quiero”…


Fue precisamente ese mismo rostro, esa misma mirada arrepentida la que la sacó de aquel trance al cual había entrado inconscientemente, recordándole que aún tenía algo que hacer antes de morir…


— ¿Marion? ¿Marion? ¿Dónde estás?

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