ıllıllı ω я ι т є ω ι т н м є ıllıllı

ω я ι т є ω ι т н м є
A veces los sueños estan tan alejados de la realidad que,
cuando uno sueña con volar,
segundos despues termina en el suelo
con varias extremidades rotas y un derrame cerebral

(Jazz Noire)

19 nov 2010

Copo de Nieve



“Copo de Nieve”

"Solo es cuestión de correr sin importarte los demás para salvar tu vida, a menos de que sea una mujer que no parece darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor. "¿Ropa invernal? ¿En pleno verano?"

Hasta hace un par de minutos había pensado en que hoy sería uno de esos días de primavera perfectos, en los que no se puede hacer otra cosa más que salir a dar un tranquilo paseo por el parque y olvidarse de todas esas tenciones y preocupaciones que uno carga consigo; pero, ahora que solo puedo correr para salvar mi vida, ya no lo parece tanto.

Aunque claro, bien pude haberme librado de todo este problema si tan solo hubiera puesto en alto mi papel de hombre y no ceder ante la petición de una mujer…
— Hoy hace un día hermoso. ¿Por qué no sales y das un paseo para que te des estreses un poco? Puedes ir a ese parque al que siempre voy a leer, es realmente tranquilo — sugirió mí prometida Loreta esta mañana, en el desayuno, mientras comenzaba a colocar un reloj “Nivada” en su muñeca. Ella siempre usa ese reloj.

Aunque, a decir verdad, había estado pensando en una idea similar. Los preparativos para nuestra boda me tenían muy estresado y advertían con matarme antes de llegar a esa ansiada fecha; pero en mi cabeza se presentó la imagen de un parque mucho más cercano del que ella había sugerido. Y, sinceramente, si pensaba caminar ¿Por qué caminar quince cuadras para llegar a el?

— Estaba pensando en algo similar — contesté – pero pensaba ir al que está más cerca. – Ella resopló, haciendo que con su aliento un pequeño mechón de cabello rizado y cobre volara unos cuantos milímetros de esas bronceadas y hermosas facciones que conformaban un rostro que siempre me había encantado.

— ¡Pero si ese parque está lleno de vándalos y drogadictos! No vas a lograr tu cometido ahí. Ve al otro amor, por favor.

— Iré, si tú me acompañas — le propuse, mientras tomaba su barbilla y la acercaba hacia mí, para besarla.

— Sabes que no puedo — ella se quitó antes de lograr mi cometido — hoy tengo que ir a la prueba de vestido… Yo sola — agregó antes de que yo pudiera renegar algo al respecto. – Así que, por favor, prométeme que iras a dar un paseo al parque al que yo voy.

— Pero…

— Prométemelo.

Resoplé resignado. Ella era una de las mujeres más tercas que había conocido en toda mi vida, y aún así le amo demasiado.

— Esta bien, te prometo que iré a dar un paseo al parque al que tú vas.

— Gracias amor – dijo mientras se acercaba a darme el beso que momentos atrás le había pedido.

Una petición, una promesa, un amor… La promesa que tuve que hacer ante la petición de mi amor cavía en la posibilidad de llevarme directo hasta la tumba.

Cuando me comprometí con esa mujer estaba dispuesto a morir por ella si era necesario y en esos momentos continuaba siendo así; es solo que, realmente, esto no era lo que tenía en mente.

Sé que la única forma de sobrevivir en estos momentos es mirar al frente e ignorar; ignorar las explosiones detonándose a mi lado; las balas, rocas, palos y cualquier otro objeto que pudiera ser arrojado pasan casi rozándome. Las personas que van quedando atrás, pasando así a un segundo plano. Ahora, lo único importante es mi vida, la vida que deseo entregarle completamente a la mujer que amo.

¿Por qué tenía que haber una protesta precisamente en este parque, precisamente en este día? ¿Y por qué esta protesta tenía que haberse salido de control y de una manera tan violenta?

¿Violenta he dicho? Esto parece una verdadera masacre. ¿Dónde se ha metido la policía en estos momentos? Oh, cierto, olvidaba a esos monigotes vestidos de azul que parecen causar más caos que los mismos protestantes.

Pero, al final de toda esta mortal carrera por salvar mi vida; ¿Quién iba a decir que terminaría por olvidar, por ignorar completamente la razón del por qué debía correr sin detenerme? ¿Del por qué tenía que salir de aquel parque cuanto antes? Del por qué… el por qué… el por qué… el por qué mi mente ahora vagaba perdida, ausente, desconectada, hundida en la sola imagen de una mujer…

Y no pude dar un solo paso más. En ese momento éramos sólo nosotros dos, hundidos en la infinidad de una nada, como si toda aquella masacre hubiese desaparecido en el mismo instante en que puse mi mirada en esa mujer.

¿Pero cómo poder ignorarla? ¿Cómo poder ignorar a una mujer que parece leer un libro plácidamente sentada en medio de una completa masacre? ¿Cómo poder ignorar a una mujer que parece no percatarse de toda ese alboroto, esa violencia que pasa alrededor suyo? Y sobre todo, ¿Cómo poder ignorar a una mujer que, siendo primavera, esta vestida de pies a cabeza con ropa invernal como si fuese un día nevado?

Chamarra bordeada de peluche, pantalones posiblemente 100% lana, bufanda, botas y guantes ideales para una tarde fría de invierno; y para terminar el conjunto, un gorro tejido. Esa era la vista que había terminado por robarme la consciencia, consciencia que durante tanto tiempo me había estado pidiendo, no, ordenando que corriera, escapara, que salvara mi vida.

Y no pude más. Intenté con desesperación dar una explicación lógica a lo que veía y sabía que no podría volver en sí hasta que lo hiciera; pero no lograba encontrar algo que encajara con todos los hechos.

¿Qué tal si era sorda? Eso explica por qué no escuchaba los gritos, las explosiones, los disparos, las sirenas… Todo el escándalo y el desorden que pasaba a su alrededor, pero no el por qué no veía a todo esa gente que cae frente a ella ni la que pasa a su lado casi rosándola.

¿Y si también era invidente? Eso hubiera sido la explicación más coherente que hubiera podido encontrar, si tan solo no contara con el hecho de que parece leer un libro con demasiado interés.

Al ser empujado por decima vez y estar a punto de caer desde que me había prácticamente congelado a una distancia considerablemente extensa de esa mujer, me di cuenta de que no podría estar consciente de las consecuencias de no correr, hasta que al fin descubriera qué demonios sucedía con ella.

Comencé a acercarme a la banca donde leía, tratando de esquivar a la multitud y a los múltiples golpes y empujones que esta traía consigo.

Después de varias caídas a medio completar, terminé tirado en el suelo sin nada más que hacer que intentar levantarme, mientras mis brazos me servían como escudos para protegerme de los golpes, patadas y pisotones de los cuales era víctima.

Tardé un par de minutos en mi perspectiva o, quizás, varios segundos de tiempo real en lograr ponerme de pie otra vez. Pero cuando al fin logre posar mis ojos de nuevo en aquella mujer, ya era demasiado tarde.

Mi vista fue cubierta por completo por unas llamas que parecían proceder del mismo infierno, llegando a tener el tamaño preciso que hacía parecer un deseo de llegar a las nubes y quemar el cielo. Y aquella mujer había quedado oculta entre lenguas rojizas y anaranjadas provenientes, muy seguramente, de alguna granada o bomba casera que de manera desafortunada había llegado a su lado.

Caí de rodillas, estupefacto, inmóvil, en un shock que me hacía incapaz de saber qué hacer o en qué pensar.

Si tan sólo no hubiera sido tan torpe como para caer, quizás, solo quizás, hubiera podido salvarle la vida a esa mujer… O quizás, ahora mismo fuera prisionero del mismo infierno que ella.

Mi cuerpo continuaba clavado en el suelo, pero mi vista se había movido dejando atrás la escena protagonizada por las llamas, casi extinguidas, y el humo que ahora se abría paso por el lugar. No, ahora ellos se posaban solo en el gorro tejido que, al parecer, había volado de la cabeza de la mujer, seguramente cuando la granada explotó, quedando a escasos centímetros de mí… Ese gorro ahora era lo único tangible que había quedado de ella.

Perdido en aquellas imágenes que deseaba fueran solo producto de mi hiperactiva imaginación o de una terrible pesadilla causada por el estrés, fue como sin notarlo, me encontré a escasos segundos de tomar aquel gorro entre mis manos.

Y estuve a punto de hacerlo, si no hubiera sido por aquella nueva escena que apareció ante mis ojos, clavándome nuevamente al suelo, inmóvil, tembloroso y más que nada, completamente horrorizado.

¿Sueño? ¿Realidad? ¿Locura? Realmente no sabía cómo calificar lo que estaba viviendo, lo que veía. Ahora ante mis ojos, aquella mujer que había dado por muerta, quizás hasta irreconocible por las numerosas heridas que la explosión debió de haberle dejado sobre su cuerpo, se posaba ante mi vista completamente ilesa, sin ningún rasguño, herida o quemadura que diera por enterado lo que anteriormente le había pasado, y con ropa tan impecable e invernal como lo recordaba.

Sí, esa mujer que había emergido de las llamas y el humo que debieron haberse convertido en su tumba, se dirigía hacia mí, lenta, grácil y aterradora; deteniéndose a escasos centímetros de mi presencia, inclinando parte de su cuerpo hacia el suelo y tomando aquel gorro que había volado de su cabeza.

Una vez que ella se encontró de pie nuevamente, mientras ponía el gorro en su lugar y posición original, llevé mi mano hacia su hombro, no solo para llamar su atención y preguntar si se encontraba bien - cosa que parecía obvia, pero no coherente ante la falta de cualquier herida en su piel o maltrato en su ropa -, era más que nada para saciar la curiosidad de descubrir si ella era real o no.

Y por desgracia, para mi salud mental, lo era, ella era real. Sentí su cálido hombro envuelto en lana invernal.

Dio un respingón ante el contacto y clavó sus ojos en mí, o por lo menos eso pareció durante un segundo, ya que pude sentir cómo su vista me atravesó por completo, como si yo hubiera sido algo invisible, imposible de interrumpir el trayecto de su vista hacia lo que realmente parecía observar: La nada.

Pero este hecho me dio paso a un nuevo descubrimiento que me había arrojado tan lejos de la cordura que casi podía sentir como la locura comenzaba a tomar control sobre mí.

Esa mujer tenía un gran parecido con mi prometida, con Loreta. ¡Esta bien! ¡¿A quién demonios engaño!? Ella, la misma que parecía estar hecha de algún material anti-bombas o ser de otro planeta, era mi prometida…

¡Y claro que era ella! Cómo no reconocer ese hermoso cabello cobrizo que caía, rizado y suave, enmarcando la tez bronceada y las facciones perfectamente definidas de una mujer realmente hermosa.

Pero… hubo algo; algo que me hizo caer en la cuenta de que quizás había enloquecido debido al estrés del momento – prefería pensar que estaba loco antes de aceptar que todo eso era real – o que quizás todo era una pesadilla... Sí, una pesadilla… eso era. Pronto tendría que despertar y toda esa locura por fin llegaría a su fin.


Su mirada, la mirada de esa supuesta Loreta, había sido ese algo. Los ojos que en ese momento me observaban no eran los mismos que me habían hecho enamorar de ella, no lo eran, eran unos ojos muertos desde hace mucho tiempo; eran los ojos de alguien que había perdido su alma dejando solo un cascaron vacio en este mundo; eran los ojos de alguien viejo, amargado, arrastrando un dolor tan grande que podía transmitirlo con la mirada.

Y esas arrugas, aquellas arrugas que enmarcaban sus ojos demostraban que esta supuesta prometida mía era diez años mayor a la que, ahora podía asegurar, me esperaba en casa; mi verdadera y amada Loreta.

— Ya es tarde… — susurró, a la par de que miraba un desgastado y viejo reloj “Nivada” que portaba en la muñeca.

Y se fue, sin decir ni mirar nada más, ignorando aquel mundo que aún se destrozaba a su lado con bombas caseras y granadas, aquel mundo en donde la gente corría aterrada y caía muerta.

Pero sobre todo, ignorándome a mí, pasando a mí lado como si yo fuese invisible, irreal. O quizás todo este mundo no era su realidad, quizás este mundo siempre fue y será invisible para ella.

Y ahora podía correr, huir nuevamente. Aquella mujer ya había desaparecido de mi vista, ya no importaba, ya no debía importarme, ahora solo importaba de nuevo por mi vida, después podría ocuparme y quebrarme la cabeza con todo este asunto.

Pero no corrí, no huí como lo debí de haber hecho. No, no lo hice porque una extraña sensación proveniente de la palma de mi mano llamó mi atención. La miré y, al observarla, pude notar cómo un pequeño copo de nieve se derretía en ella.

Aunque ese sentimiento de frialdad desapareció enseguida, cuando una gran llamarada de fuego cubrió por completo mi vista, y con ella, mi cuerpo.

Al parecer una bomba o granada me había alcanzado, cayendo justo enfrente de mí.


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Ni siquiera el hecho de encontrarse leyendo su libro favorito de toda la vida podía sacarle ni la más mínima de las sonrisas.

Aquel parque le traía tan amargos y crudos recuerdos, a pesar de que tuvo la suerte de no haber vivido aquellos momentos que seguramente la habrían matado de inmediato. Y quizás eso era la razón por la cual ella podía pisar aquel pasto cubierto de nieve, que años atrás había sido cubierto de sangre, sin caer por completo en la desesperación del dolor y en la locura de los recuerdos.

Aún así le dolía estar allí; y no podía dejar de visitar cada martes de cada semana ese parque. Fue un martes cuando él murió.

Un gesto de dolor cruzó por su rostro al recordarlo, a pesar de haber pasado ya diez años desde la última vez que lo vio con vida, no lo podía dejar ir… no, todavía no. Todavía la culpa la carcomía lentamente, la culpa de haber llevado ella misma a su amado prometido directo a la muerte.

Él no quería ir, y aun así ella lo obligo.

Si tan solo no hubiera sido tan terca y hubiera aceptado los deseos de su prometido quizá ahora sería una gran esposa y una excelente madre viviendo al lado de la hermosa familia que pudo haber formado con él. Aunque quizás, solo quizás, ella hubiera encontrado otra forma de llevarlo a una nueva perdición, y todo ocasionado por su estúpida terquedad.

Sí, la culpa la carcomía lentamente…

Sentada en una banca del parque, un número considerable de copos de nieve comenzaron a caer lentamente del cielo, quedándose adheridos en su chamarra bordeada de peluche; sus pantalones 100% lana; su bufanda, botas y guantes ideales para esa tarde fría de invierno; y para terminar su conjunto, un gorro tejido.

Antes de que se diera cuenta y siquiera pensara que era ya hora de irse, una ráfaga de frio viento invernal le arrebato el gorro de sus rizados y cobres cabellos, que enmarcaban una tez bronceada y unas facciones perfectamente definidas; alejando el gorro de ella, pero finalmente dejándolo postrado inmóvil en el suelo.

Suspiro más con cansancio que de fastidio, y desganada cerró su libro y se dirigió a recoger aquel gorro que el viento le había robado. Una vez lo tuvo de nuevo en su poder, lo llevó sin contratiempos de nuevo a su cabeza.

Fue ahí cuando sintió una extraña sensación que recorrió toda su espina dorsal hasta terminar en su hombro, como si alguien lo hubiese tocado; un hecho prácticamente improbable, debido a que a su alrededor, ella era el único ser vivo que se encontraba a un par de metros a la redonda. Exacto, el único ser vivo.

Dio un respingón y clavó sus ojos en la nada. Su mente y su mirada, una mirada muerta de alguien que había perdido su alma dejando solo un cascaron vacío en el mundo; una mirada de alguien viejo, amargado, arrastrando un dolor enorme que podía transmitir con facilidad; una mirada y una mente que se perdía en el trayecto que seguían esos pequeños copos de nieve que se precipitaban lentamente. Naciendo en el cielo, creciendo en el aire y muriendo en el suelo.

“A él le hubiera encantado estar ahí observando ese bello paisaje”, pensó.

Entonces volvió a la realidad…

— Ya es tarde… — susurró, a la par de que miraba su desgastado y viejo reloj “Nivada” que portaba en la muñeca.

Pronto atardecería, y con eso vendría una oscura noche invernal, demasiada peligrosa para que una mujer caminara sola por las calles. Y aun tenia cosas por hacer.

Era martes, y cada martes de cada semana ella seguía siempre la misma rutina. En las mañanas mantiene un ayuno en honor a su difunto, haciendo, en su lugar, una breve caminata por su vecindario. Por el mediodía, después de la comida, se dirige al mismo parque de siempre a leer un libro hasta el atardecer, para después pasar por el cementerio y llevar un hermoso ramo de flores a la tumba de su prometido antes de que la noche la tomara desprevenida.

Los primeros colores del atardecer comenzaron a pintar el cielo. Era ya hora de irse.

Y Loreta se fue, sin decir ni mirar nada más; solo mordiendo levemente su labio inferior para apaciguar un poco el dolor interno que siempre le aquejaba al pasar por aquel sitio, sitio en el cual se podría apreciar un modesto monumento de piedra en el cual se distinguía la siguiente inscripción:

“En Honor a los caídos de la Protesta de 1990”

25 jun 2010

Ojos En Madera



"Ojos en Madera"
"Y cada segundo esos miles de ojos que la observaban con detenimiento la atrapaban aún más…"

Posó su mano sobre la madera deslizándola de un lado a otro con suavidad, las suficientes veces que fueran necesarias para que solo se percatara de lo obvio: no estaba tallada. Entonces, ¿Cómo esas caras, esos rostros con facciones detalladamente perfectas habían quedado impregnados en esa madera tan vieja?

Y cada segundo esos miles de ojos que la observaban con detenimiento la atrapaban aún más…


— Marion… Marion… Iré a buscar en la parte de arriba.


— Aja… — fue el único sonido emanado por la antes mencionada; sus ojos, su mente, su consciencia y sus sentidos se centraban solo en ese muro de vieja madera, más específicamente, en cada uno de los pequeños rectángulos que la dividían y en los cuales se podría apreciar un rostro perfectamente detallado.

Lo más impresionante no era lo preciso de las facciones, sino que, dentro de esos cientos, quizás miles de opciones, no había ninguna que se pareciera en lo absoluto.

El rostro de un hombre, aparentemente de tercera edad por juzgar en la gran variedad de arrugas que lo adornaban, expresaba una paz y tranquilidad profunda, quizás alegría. Al parecer había vivido una buena vida y no se arrepentía del día en que la muerte tocó a su puerta…

En cambio, las facciones de una señora, aparentemente de la misma edad que el señor, mostraban todo lo contrario. Sus ojos, hundidos en la nostalgia del pasado que tanto amó y que nunca dejó, la cegaban del final en que su vida había terminado. Ella nunca estuvo preparada para morir, siempre hubo cosas que no pudo hacer…

Cuatro rostros más abajo y mas a la izquierda destacaba uno libre de arrugas. Lo fino de sus facciones y la carencia de cualquier señal de un crudo golpe de la vida, daba la obviedad de que el poseedor de aquella risueña sonrisa era un niño, un casi infante sin memoria para un pasado y sin preocupación para un futuro, solo sabiendo cómo vivir su presente…

Más arriba se pudo observar el rostro de una mujer cuarentona; sus ojos, enmarcados por unas gruesas y oscuras ojeras, eran retenidos en todas las preocupaciones que por su mente abundaban, siendo su vida un trago diario de veneno recargado en deudas, hijos, problemas familiares, violencia, infidelidades…

Al final del muro, la mirada de un joven de su edad, de aproximados 21 años, cuyos ojos mantenían la vista en un solo en punto en especifico, en una sola meta que lo llevaría a su vida deseada y que lucharía por alcanzar hasta el último de sus alientos; terminó de atrapar por completo su consciencia, hundiéndola finalmente en un mundo donde sólo existía ella y el muro, ella y esos rostros, ella y esos miles de ojos observándola.


Pero sobre todo, un pequeño recuadro a su lado que vislumbraba por la ausencia de un rostro grabado en él, el que más termino por atraer su atención.


Por que dentro de esos cientos, quizás miles de recuadros decorados con diferentes facciones de diferentes personas, se encontraba uno carente de esa peculiar característica. Alguien lo habría olvidado. O era acaso que había una razón en específico detrás de aquel pequeño detalle.

Ella bien pudo haberse hecho esas y otras miles de preguntas más si tan solo se hubiera resistido al llamado que aquel recuadro en blanco le hacía… Si tan sólo se hubiera negado a la petición de ese mundo en poner su mano sobre el muro…

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Una discusión terminada en palabras hirientes e insultos las había llevado por una caminata sin sentido por el bosque, caminata que terminó siendo una carrera por encontrar una protección para aquella tormenta que repentinamente había comenzado a caer sobre ellas.

Sus opciones se habían reducido a muy pocas: Entrar a la tétrica y oscura casa abandona y protegerse de la tormenta, o quedarse afuera y morir por una pulmonía. Por suerte ninguna de los dos le tenía miedo a la oscuridad.

Aún cuando cruzaron aquella vieja y desgastada puerta de madera, tuvieron la sensación y el deseo de que esa casa no estuviera tan abandonada como lo parecía o que, por lo menos, encontrarían cosas de utilidad… Quizás alimentos, ropa, abrigo… nada de eso les hubiera venido mal.


Pero la gran habitación nula en muebles, decoración o señales de vida, les dio el aviso de que se habían equivocado. Aun así, ella no quiso darse por vencida tan fácil.


Marion tampoco lo hubiera hecho. Lástima que aquellos miles de ojos que la observaban atraparon todo de ella…


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— Al parecer esta casa sí está abandonada.


La joven, con sus esperanzas cruelmente pisoteadas por la resignación de la verdad, bajó de aquel segundo piso sólo para encontrarse con la misma soledad que hacía minutos atrás había sentido en aquel piso superior abandonado.

— ¿Marion? — movió su vista de un lado a otro, luchando con la oscuridad que le impedía ver con claridad, deteniéndose de vez en cuando en el lugar donde había dejado a la chica; frente de uno de los cuatro muros que componían la habitación.


Fue en unos de esos vistazos rápidos a ese muro cuando una inexplicable atracción comenzó a poseerla. No pudo despegar su vista y olvidó por completo la razón del porqué estaba ahí, quién era, qué hacia; siendo perceptible solo para la chica la existencia de ella y el muro, ella y esos rostros, ella y esos miles de ojos observándola.


Comenzó a analizarlos uno por uno de forma desigual, deslizando su mano inconscientemente sobre la vieja madera solo para verificar que aquellas perfectas facciones no habían sido talladas.


Y cada segundo esos miles de ojos que la observaban con detenimiento la atrapaban aún más…

Fue precisamente el rostro de una joven el que más llamó su atención. No sólo por lo perfecto de sus facciones, sino porque recordó la existencia de cierta persona dentro de aquella mirada perdida en el arrepentimiento, arrepentimiento por haber sido sus últimas palabras insultos hacia la personas que más quería y por no haber podido decirle un último “Te Quiero”…


Fue precisamente ese mismo rostro, esa misma mirada arrepentida la que la sacó de aquel trance al cual había entrado inconscientemente, recordándole que aún tenía algo que hacer antes de morir…


— ¿Marion? ¿Marion? ¿Dónde estás?

16 may 2010

♫En Nombre Del Amor♫

Me gusto como me quedo esta canción!!!
Es la canción que he escrito que más me ha gustado :3 (Siiiii, es mía, yo la escribí!!!!! -w- Aunque bien podrían demandarme por plagio por la música XD)
Utilice la música de la canción de "Time Of Dying" - Three Days Grace; (quiten la letra original y pongan esta).
Espero que les guste... -w-

Canción Original: “Time Of Dying” - Three Days Grace
Y aquí para que la escuchen: http://www.youtube.com/watch?v=g9skUH9rSD8&feature=fvst

♫ ♫ ♫ ♫

"♫En Nombre Del Amor♫"

Mira el papel
Grabado en su piel
Con palabras dulces y asesinas vez

Quemémoslo hoy
Dejemos que el
Fuego haga de una vez su papel

Las cenizas (déjalas que) mueran hoy

Coro
Destruyamos en nombre del amor
Rompamos un alma y corazón
No dejemos nada con vida
¿No es divertido, amor?

Podrás apagar
El fuego que ha
Dominado todo su interior

Pero no importa
Cuanta frialdad
Logres llevar a tu exterior

Las cenizas (nunca se) apagaran

Coro
Destruyamos en nombre del amor
Rompamos un alma y corazón
No dejemos nada con vida
¿No es divertido, amor?

Coro x 2
Destruiste en nombre del amor
Rompiste un alma y corazón
No dejaste nada con vida
¿Fue divertido, amor?

♫ ♫ ♫ ♫

12 abr 2010

Diez Pasos A La No Locura



"Diez Pasos a la No Locura"

"Que hacer y no hacer para evitar que la mente caída en la locura...

Pero se lo advertimos, no es tan sencillo seguirlos." 



Paso 1: "Despierta…

Estoy despierto, lo sé, porque mis pensamientos fluyen con demasiada facilidad como para estar durmiendo. Pero, ¿saben? Por alguna extraña razón fuera de mi conocimiento no puedo abrir mis ojos, los parpados son demasiado pesados para ello; y mi cuerpo, este cuerpo, no responde sin importar cuánto se lo ordene.

Deseo levantarme, pero tales deseos parecen en vano. Intento mover alguna minúscula parte de esta anatomía, que ahora siento tan ligera, pero no puedo levantarla ni un solo milímetro del suelo o de lo que se supone en que estoy acostado.

Ahora que lo pienso, no siento la calidez de mi cama o la frialdad del suelo; ni siquiera creo estar seguro de sí que si estoy acostado realmente.

Solo sé que estoy despierto… ¿No es así?

Si es que puedes."
Paso 2: "Escucha lo que hay a tu alrededor…
Unas risas distantes y murmullos lejanos llegan a mí, pero no son tan lejanos en realidad. No hay aire aquí en donde se puedan transportar. No, llegan a mí de otra forma, una forma que distorsiona su significado y que no me permite descifrar de donde provienen. No las logro comprender…

— Despierta…

¿Y eso? Son… ¿Campanas? No, es solo una… ¿Campana?

¿Seguro que has escuchado bien?"

Paso 3: "No te dejes manipular…

Esto se comienza a tornar desesperante; no poder mover mi cuerpo ni abrir mis ojos para ver en donde estoy, es definitivamente desesperante. Mas si no puedo recordar cómo es que llegue aquí.

— Levante…

¿Eh? Comienzo a moverme… ¡Al fin mi cuerpo responde! ¿Y esto? ¿Qué es? Al parecer dormía en una silla, pero… ¿Todavía no puedo abrir mis ojos? Los parpados dejaron de sentirse pesados, pero todavía está todo demasiado oscuro.

¡Hey! ¡Espera! ¡No te he dicho que te muevas! ¿Por qué? ¿Por qué mi cuerpo hace estos movimientos tan extraños? Como ave, como perro, como algo que no estoy seguro que es… ¡Yo no se lo ordeno! Es más, le pido que se detenga, pero parece ignorarme… ¡Mi propio cuerpo me ignora!

¡Hey! ¡Basta! ¡Para ya!

— Detente…

Esa voz… La he escuchado antes, esta tan cercana como las risas lo están también, pero se han detenido al igual que yo.

Al fin…

Pero te lo advierto, él tiene más control que tú."

Paso 4: "No confíes en tus sentidos…


¿Y qué puedo hacer ahora? Quizás solo suplicar porque tarde o temprano me dé cuenta de que, en realidad, esto no es más que un mal sueño, una terrible pesadilla, y que en algún momento despertare en mi cálida y suave cama a lado de mi esposa.

— Estas rodeado de agua y tú no sabes nadar…

¿Rodeado de agua? ¿Qué no sé nadar? ¡¿De qué diablos habla esa voz?! Sé nadar, y perfectamente.

¡Imposible! Yo… yo… yo siento como si el agua comenzara a rodearme, mi cuerpo flota en el y, ahora… ¡Yo sé nadar!

Muevo mis brazos y mis piernas con desesperación, pero parece no servir de nada, me hundo. Sé nadar, pero no recuerdo como hacerlo en estos momentos.

El agua llego a mi cuello y continúa subiendo. ¿Por qué no puedo nadar? ¡Sé hacerlo! Y me hundo cada vez más hasta quedar sumergido por completo en el agua.

Siento entrar aire a mi garganta, pero aquel parece no llegar hasta mis pulmones; no puedo respirar, comienzo a ahogarme. Pataleo desesperadamente, ahora ya no importa si recuerdo o no como nadar, lo único importante es que pueda respirar.

El agua se agita a lado mío cada vez que muevo mis brazos o mis piernas en busca de la superficie… Y cada nuevo segundo pasa sin poder respirar. No, respiro, pero necesito más aire.

¿Moriré? ¿Cómo es que termine ahogándome?

— Respira, te han sacado del agua. Ya estas a salvo…

¿Cómo? ¿Cómo me han…?

No importa ahora, aire entra a mi garganta y llega hasta mis pulmones; respiro otra vez.

Pareciera como si el agua hubiera desaparecido, como si nunca hubiera estado sumergido dentro. Lo sentí, si, pero ahora hace falta esa sensación de humedad que queda en tu cuerpo cuanto sales.

Aire, mas aire… Entre más mejor.

Tarde o temprano terminara por engañarte."

Paso 5: "Busca algo conocido…


¡¿Cuándo terminara esta pesadilla?! Porque no importa lo real que sea, esto no tiene nada más que ser que una pesadilla. Recostado en el suelo, espero a que llegue a su fin.

— Levántate…

Comienzo a odiar esa voz, y más porque, sin importar cuánto intente ignorarla, pareciera como si rebotara una y otra vez dentro de mi mente haciendo casi imposible a mi cuerpo que no la obedezca…

Y como era de esperarse, me encuentro de pie nuevamente… ¿Qué sigue ahora?

— Ven. Aquí está tu esposa. Vamos, ¡Abrázala! ¡Bésala!

¿Sara? ¿Mi Sara?

Unas cálidas manos se posan sobre las mías, y la dulce respiración de algún alma humana se acerca…

¡Oh, mi amor! ¡No sabes cuanta alegría me da sentirte! ¡Cariño!

Tomo sus manos con fuerza… ¡Al fin algo de dulce en este infierno!

Rodeo su cintura con mis brazos y la acerco a mí. Tomo su barbilla y busco con desesperación sus exquisitos labios. La beso, pero… Estos no son los labios que me despiertan con ternura cada mañana; esta no es mi mujer…

Me alejo de ella horrorizado, no solo porque acabo de besar a una persona desconocida, sino porque acabo de descubrir algo más espantoso…

Pero no todo será la que buscas."

Paso 6: "No entres en pánico…

Mis manos temblaban ante la idea y yo más ante la posibilidad de confirmar mis sospechas. Y lo reitero… Sí, todo continuo siendo oscuro.

Llevar las manos hacia mis ojos en estos momentos fue completamente difícil; pero por fin, conteniendo mi respiración durante los eternos segundos que pasaron para que estas llegaran a tocar mis ojos, lo confirme… Grite de completo horror cuando lo hice.

Había sentido cerrar los parpados cuando las yemas de mis dedos los rosaron con levedad, y abrirlos cuando estos se alejaron… Y todo continuo siendo oscuro, mientras mi aliento había desaparecido por completo.

— ¡He quedado ciego! ¡Maldita sea! ¡Estoy ciego! ¡Ciego!

El pánico entrara en ti."

Paso 7: "Obedece su voz…


— Tranquilícese…

¡¿Qué me tranquilice?! ¡Maldita sea! ¡Estoy ciego! ¡¿No lo entiendes?! ¡Nunca podre volver a ver la belleza de mi Sara! ¡Ni las sonrisas de los niños que vamos a tener! ¡No podre ver nada nunca más!

— Despierte… Despierte…

Si, si… ¿Despertar? ¡¿Cómo rayos hago eso?! ¡Dime tú! ¡Oh, gran voz guía! ¡¿Eres tu quien me tiene en este infierno, verdad?! ¡Pues sácame de aquí! ¡Por favor! Sácame…

Quede hundido en un gran silencio, ni siquiera las risas, aquellas que se habían burlado de mí durante todo mi sufrimiento, seguían presentes… Solo silencio y oscuridad, y los hilos de pensamiento que quedaban en mi, dispuestos aun en encontrar una razón de todo esto.

— Eso es. Ahora despierta…

Fue entonces cuando pensé, ¿Por qué seguir aquí, escuchando solamente?

O no podrás salir."

Paso 8: "No huyas…


Comencé a correr, ¿la dirección? No importa, cualquier lugar que este lejos de esa voz y este infierno, es mejor. Quizás tenga la suerte de caer por algún lugar alto y morir. No quiero vivir en un mundo en donde solo vea tinieblas… Sara, mi amor, lo siento, se que algún día lo entenderás…

Esto es difícil, correr a ciegas, mi cuerpo no se acostumbra a la oscuridad y por esa razón titubea a cada paso que da, disminuyendo la velocidad, pero intento no detenerme.

— ¡No! ¡Alto! ¡Detente!

¡Vamos! ¡Sigue ordenando! Pero mi cuerpo no te obedecerá esta vez… Ya no más del infierno… ¡No me detendré! ¡¿Lo escuchas?! ¡No lo hare!

Y ahora que lo pienso, fue estúpido hacer algo como eso, sobre todo cuando mi cuerpo comenzó a resentir las consecuencias del impacto contra la pared, o eso fue lo que sentí.

No encontraras una salida."

Paso 9: "No pidas ayuda…

Murmullos se acercan a mí… ¡Por favor! ¡Sáquenme de aquí! ¡Ya no puedo más! Si he de morir… ¡Que sea de una maldita vez!

Intento levantarme y correr, pero el aturdimiento del golpe y los murmullos me lo impiden. Demasiadas voces hablando, teniendo que escucharlas como si se encontraran a lado mío.

¡Por favor! ¡Ayúdenme! ¡Estoy ciego! ¡Por favor!

Los murmullos se hacen cada vez más fuertes, pero menos comprensibles. Me aterran, me atormentan.

Y no resisto más; me tiro al suelo sin poder evitar derramar varias lágrimas de desesperación... Demasiada desesperación…

— Por favor… Ayuda…

Unos brazos comienzan a rodear mi cuerpo e intentan levantarme; yo no hago ningún esfuerzo por hacerlo. Ya no puedo más…

- ¡Aléjense de él!

Ella nunca llegara."

Paso 10: "Duerme nuevamente…


Los murmullos se acallan, pero siguen aquí, a lado mío. Unos pasos huecos retumban en lo que parece ser un piso de madera. Y… ¿Campanas? No, es solo una… ¿Campana?

— Despierta…

Mi mente parece dormitar, mi cuerpo se relaja y nuevamente no me puedo moverme. Mis ojos se cierran también… ¿Qué como se la diferencia? Los sentí cerrarse.

Al fin la tranquilidad del sueño me ampara…

¿O será que al fin podrás despertar?"



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Despertó recostado en el suelo, rodeado de una numerosa cantidad de personas que lo observaban con una mezcla de asombro y terror. Entre ellos destacaba el dulce rostro de una mujer que no sobrepasaba los 30, con una expresión de completa preocupación; y a lado de ella, un hombre de más de 50, que resoplaba aliviado mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios.

— ¿Amor? — exclamó la mujer al ver que su esposo había despertado.

El señor cincuentón desdibujo su sonrisa y una marca de terror cruzo por su rostro. Arrojo a la mujer y se puso en la mira del esposo de esta.

— ¡Oh, qué alegría que haya despertado! ¡No se que salió mal! Pero, no piensa demandarme, ¿Verdad? Tendrá entradas gratuitas durante un año a mi show si no lo hace… — el señor hablaba sin parar, sobreactuando cada palabra que salía por su boca.

— ¿Eh? – fue lo único que logro exclamar el hombre que se encontraba recostado en el suelo, intentando encontrar coherencia entre lo poco que recordaba y lo que escuchaba.

— ¿Amor? — repitió nuevamente la mujer, ignorando la innumerables disculpas que llegaban por parte del cincuentón.

— ¿Sara? ¡Sara! ¡Mi amor! – Exclamo entusiasmado su esposo, cuando reconoció su rostro — ¿Dónde estoy?

— ¿No lo recuerdas? — el negó con la cabeza. — Vinimos a un espectáculo de hipnosis. Este señor — apunto al hombre que ahora tenía una expresión de vergüenza — te subió al escenario como voluntario, pero… — su voz comenzó a quebrarse — tu comenzaste a actuar de forma extraña y no te podían despertar…

— ¡Lo siento! ¡En serio lo siento! ¡No me vaya a demandar! ¡Por favor! – nuevamente el cincuentón empujo a Sara y en la acción, una campana que colgaba del cinturón de este sonó.

— No, no, no… No recuerdo nada…

Comenzó a levantarse y fue ayudado por aquellos espectadores curiosos que seguían ahí. Confundido, sobre todo por el porqué su cuerpo se encontraba adolorido, fijo su mirada en varios puntos intentando encontrar algo que le ayudara a recordar... pero nada.

Lo único que llamo su atención fue una joven que se encontraba en el fondo de aquel escenario de madera, que de estar observando lo que ocurría, volteo su mirada con cierto toque de vergüenza, mientras un leve sonrojo se dibujaba en sus mejillas y acariciaba distraídamente sus labios.

— Entonces… ¿Me va a demandar?

FIN

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26 ene 2010

Rosa Negra Para Una Pianista (Versión Corta)

La historia mas confusa que he escrito (Digamos que no logre el cometido).
En fin, tiene 2 versiones diferentes (tuve que hacer una versión más corta de la primera que escribí para poder entrar a un concurso) y es esta versión la que va a hacer publicada aquí.

Si desean leer la versión Original que es algo diferente, sobretodo al principio, solo entren aqui.
Espero les guste ^^

"Rosa Negra Para Una Pianista"
Lo único verdadero de esta historia es que ellos deben morir... Esta noche.
Sombras que podían tomar la forma de cualquier bello paisaje, un dulce sonido de piano acompañado con una hermosa voz angelical, y una joven en espera del abrazador silencio de la muerte.

— Mi pequeña Rose, no llores más. — Y no lo hizo. No porque aquel hombre se lo hubiera pedido, sino porque ya no había razón para hacerlo. Pronto se dio cuenta de la única verdad, la única realidad, y no aquella que había dictado esa carta y esa rosa.

Sabía que todo terminaría en ese mismo lugar en donde tuvo un comienzo; era irónico en realidad, pero aún así no podía dejar atrás todo el dolor que aquel hombre la había causado horas atrás, justo cuando leyó su carta:

“Perdona por todo el tiempo que te hice perder a mi lado; yo sí me arrepiento de haberlo vivido. Perdona por todas las palabras que te llegue a decir alguna vez; ninguna de ellas eran ciertas…”
Y las palabras eran escritas en el aire y en su mente. En su rostro se reflejaban al recordarlas…

“Espero que pronto logres encontrar a alguien que en realidad merezca amarte. Alguien que no sea como yo, porque yo no te amo. Ya hay alguien para mí, por eso, perdona.

Si de verdad deseas comprobar que lo que digo aquí es cierto y escucharlo de mis propios labios, ven a media noche a la orilla del lago donde nos conocimos.

Y por favor, Perdona.

Gabriel”

Sí, aún había retazos en su memoria, de aquellas crudas palabras que ese hombre le había dedicado a través de aquella carta que recordaba, y el dolor que recorrió su anatomía cuando lo comprobó con aquel color que adornaba una rosa.

— Si algún día el rojo de esta rosa se oscurece, entonces sabrás que no te amo más. Pero… ¿Sabes? Nunca antes he visto una rosa negra.

Esas palabras, que en ese día lejano parecían tan irreales, en aquel momento se habían cumplido y a pesar de eso aún podía sonreír, sonreírle a aquel hombre que había arruinado su vida por completo y que prontamente le daría fin a la misma.

Lo odiaba, claro que lo odiaba, pero aún así no podía pasar por alto el lindo gesto que le hacía al no dejarla respirar un minuto más en un mundo en el cual ya no continuaba latiendo ese corazón que siempre amó con locura y por mostrarle la verdadera realidad, y no aquella que él mismo había creado.

Y ahora podía morir feliz, porque sabía que pronto se reuniría con él, y que el negro de esa rosa, que la había condenado a la miseria, no fue por falta de amor sino por falta de un corazón.

— Tú nunca fuiste mía — pronunció aquel hombre con veneno en su voz – y nunca vas a ser de nadie más…

La joven sonrió por primera vez desde su llegada a aquel lago, le dirigió las primeras y últimas palabras al hombre que en ese momento llevaba un cuchillo directamente al corazón de ella.

— Byron… Gracias… — Ahora podría estar de nuevo con el verdadero hombre que amo y que horas atrás había muerto a manos del mismo asesino, que en esos momentos tenía frente suyo.

Y su vida termino gracias al amor que nunca pudo corresponder…

Sombras que deformaban a cualquier bello paisaje, un dulce sonido de piano acompañado con una hermosa voz angelical que dieron el paso al silencio sepulcral, y una joven que se desplomaba inerte al frio suelo, junto a una carta y una rosa negra.


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Todos la ovacionaron de pie, no sólo por su extraordinario talento al piano ni por su hermosa voz angelical, sino por aquel talento nunca antes visto en aquel mundo.

Nunca creyeron que aquel espectáculo que sólo prometía ser otro común recital de piano, resultaría ser en realidad una exhibición de habilidades extraordinarias nunca antes vistas.

Todo había comenzado con aquella joven y hermosa pianista en el fondo del escenario, un lugar que muchos habían considerado algo inapropiado para un simple recital de piano. El aspecto físico de ella y la extraña posición que había tomado en el escenario era sólo el principio de sus sorpresas.

Cuando comenzó a tocar, ante los ojos de todos sus atónitos espectadores, unas sombras comenzaron a dar paso a la creación de un mundo absolutamente realista enmarcado por su bella voz angelical. Aquel espectador que hubiese llegado tarde, hubiera podido jurar que todo aquello no era más que otra obra de teatro más. Pero no, no era un simple juego teatral, sino algo realmente espectacular que contuvo, durante varios minutos, la ovación de todo su público espectador.

Esperó pacientemente ante todos los halagos, felicitaciones, obsequios y demás cosas que sus espectadores le daban sin cesar, a pesar de que a aquella pianista aún le quedaba una larga noche por pasar y un plan que debía de efectuar.

Más que eso, lo que abundaba a su alrededor eran esas preguntas de todos aquellos que aún no podían aceptar el realismo de aquel talento… ¿Qué fue todo eso? ¿Cómo lo has podido hacer? ¿Todo eso fue real? ¿Desde cuándo lo haces?, y miles de preguntas más a las cuales la pianista solo respondía con una dulce sonrisa:

— Es sencillo. Solo basta con recordar el pasado y crear el futuro. — Y agregaba — Sobretodo el crear un futuro.

Y así fue cómo con esas palabras, poco a poco, se fue disculpando, y salió de aquel teatro en el cual aún permanecían miles de personas ansiosas por conocer más sobre aquella bella y extraordinaria pianista, Scarlett…


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Llegó a una pequeña y antigua cabaña. ¿Que si ese era su hogar? En esos momentos lo era, era el hogar que con tanto gusto había arrebatado. Con un hermoso ramo de rosas rojas entró en ella, pero pronto lo arrojó con desprecio al suelo. Sólo existía una rosa que le interesaba.

Su vista se fijo rápidamente en un viejo y arrumbado estante de cristal, en donde una sola rosa era exhibida. Pero lo extraño de aquella rosa no era lo solitario de su posición, sino el color negro que adornaba todo sus pétalos. La joven sonrió con satisfacción en cuanto la vio.

Volteó a sus espaldas y observó el cuerpo de otra joven que yacía inerte en el suelo. Se acercó a ella, y tomó con gran alegría su brazo con la sola intención de tomar su pulso. Su sonrisa se ensanchó en cuanto lo confirmó… ella ya había muerto. Afuera, el cielo comenzaba a oscurecer.

Era tarde y todavía tenía muchas cosas por hacer: desechar un cadáver al lago y esperar ahí para ver la última mirada viva del hombre que solo debió de ser de ella. Así que corrió con cierta alegría hacia el fondo de su hogar, y ahí observó pensativa una serie de pertenencias ideales para acabar con los latidos de alguien.

Pensó en el veneno que antes había usado en la joven, pero su reacción era demasiada lenta para la situación en la que lo necesitaba, así, que sin perder más tiempo, tomó un simple y práctico cuchillo y se dirigió, con el cuerpo inerte que debía desechar, hacia el lago.

No tardó mucho en que el joven, cuyo corazón entregó y cambió por el de otra chica, llegara a su presencia. Ella, la pianista, no perdió tiempo en palabras inútiles y arrepentimientos de última hora. No, se dirigió con decisión hacia la persona que más amaba en esos momentos y clavó un cuchillo en su pecho.

— Gabriel, tú nunca fuiste mío — comentó las palabras con cierta crudeza en su tono de voz, que daba un contraste aterrador con su sonrisa - y nunca vas a ser de nadie más…

Con el cuerpo sin vida que había caído al suelo, la bella pianista tomó una hoja de papel que él había aferrado a su pecho hasta el último aliento; aquella carta que horas atrás había presentado ante su público.

Una carta que contenía toda huella de su toque personal, pero cuyo remitente era la firma de una joven llamada Rose…

FIN

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12 ene 2010

Todo Menos Yo



“Todos Menos Yo”


Tuvo la suerte de no morir en ningún accidente que se le presentaba en la vida, pero ¿Algún día esa suerte tendrá su fin?

Todo se había oscurecido de repente dejándose escuchar solo gritos de dolor, sollozos y miles de voces que repetían una y otra vez palabras incomprensibles para ella.

Miró a todos lados con la esperanza de encontrar una salida a ese aterrador tormento, pero todo lo que su vista podía proporcionarle era oscuridad, solo oscuridad.

Comenzó a desesperarse, sobre todo cuando unas fuertes y dolorosas punzadas se hicieron presentes en toda su anatomía. Quería gritar, correr, pero su cuerpo se encontraba inmóvil. Varias lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas mientras el dolor y las voces se incrementaba a cada segundo, dándole la sensación de que moriría en ese mismo instante.


Pero de un momento a otro eso desapareció; el dolor, los gritos, las voces, la desesperación, todo. A cambio de eso hubo un profundo silencio y sintió cómo una agradable sensación de paz y tranquilidad se hizo presente haciéndole olvidar por completo su desesperación por encontrar una salida.

Volteó y notó una pequeña luz que parecía encontrarse al final de esa espesa oscuridad y se dirigió hacia ella. Entonces despertó…

Se encontraba, como debería de estar, recostada en la cama de su habitación. Al parecer todo había sido un sueño.

Estiró su brazo hacia el buró para tomar su reloj y descubrió con horror que alguien había apagado su alarma, logrando así que se hiciera tarde para llegar a su escuela. Rápidamente se levantó de su cama, se vistió y salió de su casa sin siquiera despedirse de sus padres.

Abigail Lincoln era su nombre; una chica de 18 años, tez morena, cabello y ojos oscuros, de estatura y complexión mediana, nada fuera de lo común. Pero a pesar de eso había algo que la diferenciaba y era su miedo por relacionarse con las personas, algo que la hacía ser una chica solitaria.

Ese miedo tenía como origen, como muchos lo llamarían, una maldición. Desde pequeña había sufrido un gran número de accidentes; desde simples caídas hasta choques, atropellamientos e incendios en los cuales ella solía salvarse pero sus acompañantes, que en la mayoría eran amigos y familiares, no tenían tanta suerte. Así que, posiblemente, su miedo no era tanto por relacionarse con los demás, sino por encariñarse con ellos y luego perderlos.

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Una fría brisa se podía sentir en el aire, ocasionando que los cuerpos tiritaran al contacto. El cielo se encontraba nublado y gris, dando posibles indicios a la humanidad de que esa tarde llovería.

Los pasillos de la Westerm School se encontraban en profundo silencio, ocasionando que se hicieran notar más los leves sonidos que se escapaban de vez en cuando de las aulas de clase repletas de jóvenes estudiantes.

Abigail se adentró con rapidez en esos pasillos, cuidando de no alterar la monotonía del ambiente y rogando a cada paso que el maestro le permitiera el paso a su clase. Y así, con gran temor, abrió lentamente la puerta del aula esperando escuchar algún regaño de parte de su maestro, pero nada escuchó.

Vio cómo varios de sus compañeros miraban distraídamente hacia la puerta, manteniendo su vista fija no más de 5 segundos para luego regresar su atención al pizarrón. De igual forma, el profesor fijo su vista en la puerta y sin mostrar ningún gesto de molestia continuo con su explicación.

La chica tomó esta acción como su permiso para poder entrar, y así lo hizo; entro al salón sin hacer algún escándalo para evitar llamar la atención, se sentó y comenzó a anotar lo que se encontraba en el pizarrón.

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Nuevamente ahí se encontraba esa chica mirándola; haciéndola sentir como si fuera un fenómeno, un mounstro, un fantasma…

Desde que Abigail llego a su clase por la mañana, la chica que respondía al nombre de Samanta Banks se había encontrado todo el día observándola de una forma muy extraña, como si no creyera que la estuviera viendo, que fuera real…

— Sam… Sam… ¡Te estoy hablando! – logro escuchar Abigail, al pasar por el grupo donde se encontraba ella.

— ¿Eh? ¿Decías algo? – contesto Samanta distraídamente

— ¿Qué te pasa? Hoy has estado muy distraída – comento otra chica

— No es nada. Es solo que me pareció ver algo… pero de seguro fue mi imaginación… - Y dejó de mirarla.

¿A qué se refería con eso? ¿Por qué decía que era solo su imaginación? ¿Qué le pareció ver algo? ¿Y por que todo el día se había encontrado mirándola? Definitivamente lo tenía que descubrir.

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Samanta Banks siempre tenía la costumbre de ir al baño al término de todas sus clases y ese día no sería la excepción. Se encontraba lavándose las manos cuando Abigail entro…

— Sam… ¿Podemos hablar? – le pregunto con seriedad.

La chica levantó su mirada, dándole la oportunidad a Abigail de notar la expresión de horror que se reflejaba en su rostro y cómo éste poco a poco se palidecía.

— No, no es cierto… Es solo mi imaginación – repetía Samanta una y otra vez, cada vez que Abigail trabada de decirle algo

— ¿Cómo que tu imaginación? ¡Samanta! ¡Te estoy hablando! – y acerco su mano al hombro de ella con la sola intención de llamar su atención, al ver que el hablarle no le estaba dando resultado.

— ¡Vete de aquí! ¡Ya déjame en paz! ¡Estás muerta! ¿¡Qué no lo entiendes!? ¡Vete! – Comenzó a gritar histéricamente al sentir el roce de la mano de Abigail, arrojando al aire todo objeto que tuviera a la mano.

En cambio, Abigail solo la veía atónica, sin poder creer el comportamiento de la chica. Y así, Samanta continuo gritando y arrojando objetos, pese a los vagos intentos de Abigail por detenerla; hasta que uno de ellos golpeo el espejo rompiéndolo en pedazos. Samanta se desplomo en el suelo y rompió en llanto.

Varias chicas, que habían escuchado el alboroto, entraron rápidamente y se acercaron a Samanta ignorando por completo la presencia de Abigail.

— Abigail… déjame… por favor… - susurro Samanta antes de quedar inconsciente.

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Todo lo que había ocurrido esa mañana la había hecho pensar… ¿Por qué ahora parecía como si fuera invisible para todos? es decir, cada que intentaba hablar con alguien simplemente la ignoraban.

¿Y por qué esa tal Samanta, la que al parecer era la única que parecía escucharle, le decía que estaba muerta? cuando obviamente no era así… ¿o sí?

Entonces recordó aquel sueño, los gritos, las voces, la luz… ¿Y qué tal si eso en realidad no había sido un sueño? ¿Qué en realidad si murió? Pero si fuera así… ¿Por qué aun seguía ahí?

— ¡¿En qué estoy pensado?! ¡De seguro son simples coincidencias! – Exclamó con frustración acercándose a la ventana, observando cómo afuera había comenzado a caer una fuerte tormenta – No puede ser…

Continuó mirando por la ventana durante varios minutos más, guardando completo silencio; y trató de descifrar si era cierto o no que estaba muerta, a pesar de que por dentro se negaba a aceptar que lo era.

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por ella misma, que salió rápidamente de su habitación al escuchar la puerta abrirse. Sus padres habían llegado.

Bajó rápidamente las escaleras pero detuvo el trayecto al ver a su madre, quien se había sentado en el sillón llorando inconsolablemente. En ese mismo instante sintió como si su mundo se viniera abajo, sobre todo al notar que su madre se encontraba vestida completamente de negro.

— Sí he muerto… - susurro Abigail con dolor, mientras algunas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.

— ¿Abby? ¿Eres tú? – Preguntó su madre dirigiendo su vista hacia ella.

— ¿Por qué lloras? – Preguntó ahora Abigail con sorpresa.

— Por nada amor… Ven y quédate conmigo - Su madre estiró ambos brazos, deseando abrazarla.


Sin dudarlo, Abigail corrió hacia ella para después abrazarla fuertemente…

— No estoy muerta… ¿Verdad?

— Claro que no estás muerta Abby, nunca lo vas a estar…

— Pobre… Aún no asimila el hecho de que su hija ha muerto –Comentó un hombre de edad avanzada que se encontraba mirando desde la puerta de la sala

— Debió de estar preparada. Todos sabíamos que tarde o temprano su suerte se iba a terminar y que moriría en uno de los muchos accidentes que sufriría – Dijo otro hombre un poco más joven

— Nunca se está prepara para algo como eso - Otra mujer se hizo presente en el lugar – Perder a un hijo es uno de los más grandes dolores que existen en la tierra; te deja sin alma, completamente hecha pedazos. Por eso, lo único que optas por hacer es negar que ha ocurrido, que ha muerto, y que aun sigue con nosotros.

— ¿Vamos con ella? – Pregunto el primero.

— No, dejémosla sola un momento, necesita aceptar el hecho de que su hija se ha ido – Contesto la mujer, retirándose del lugar seguida por los dos hombres

— ¿Por qué dicen eso, mamá? – Pregunto Abigail al escuchar la conversación - ¿Por qué dicen que estoy muerta?

— Porque ellos no entienden que no lo estás…

FIN

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