"Al Borde"
Todo amor tiene que llegar a un final... Pero a veces ese final puede ser demasiado trágico, sobre todo si aun no ha tenido un comienzo. "¿Cuánto más podría sostenerla?"
La mire directo a los ojos. Era sorprendente como podía mantener la calma en
un momento como ese. Pero lo sabía, pronto el pánico se apoderaría de ella como
a cualquier otro individuo normal. Y así fue. Desvió su mirada de la mía y
comenzó a llorar en silencio, sintiendo el movimiento que hacia su cuerpo cada
vez que acallaba un sollozo.
No la culpaba, yo también deseaba llorar, tragarme mi orgullo de hombre y
llorar; pero alguien tenía que ser fuerte por los dos. Así que atragante el
llanto en mi garganta a pesar de las fuertes punzadas que atormentaban mi brazo
y de todas las piedras que se encajaban cada vez más profundo en mi pecho y
estomago. Miré hacia el cielo y vi como este comenzaba a oscurecer. ¿Por qué
demonios tardaba tanto?
- ¿Qué tal que si le damos una lección a Armando por habernos metido en esto? –
le pregunte tratando de distraerla, aunque en mi voz se pudo distinguir un
toque de preocupación.
Ella me miró sorprendida y, a pesar de que en ningún momento las lágrimas
dejaron de salir de sus ojos, me siguió en la conversación.
- S-sí, él y sus e-excursiones. Q-quizás colgarlo de cabeza s-sería el mejor c-castigo.
Me reí un poco, me pareció una grandiosa idea, pero callé rápidamente al ver
que ella no me había seguido. Reírme en un momento así era pasarme totalmente
de la raya. ¡Qué idiota había sido!
- ¿Crees que de verdad vendrán? – preguntó de pronto, o por lo menos eso fue lo
que logré escuchar debido a que su voz era apaga por los sollozos.
- Claro que vendrán. Ellos… ellos no han de tardar.
- ¿De verdad lo crees?
Esa había sido una pregunta muy interesante. Tenía que creer por ella, pero…
¿En realidad lo hacía? ¿En realidad creía?
No pude contestarle, así que ambos caímos nuevamente presas del silencio. Sabía
a la perfección que con eso había matado cualquier gramo de esperanzas que aún
quedaban en ella. No había nada más que quisiera en ese momento que abrazarla y
decirle que todo iba a salir bien pero, si lo hubiera podido hacer, desde un
principio no estaríamos los dos metidos en ese problema.
El tiempo pasaba… ¿Cuánto más podría sostenerla?
Un leve temblor en mi brazo adormecido perturbo mis pensamientos, al mismo
tiempo que sentí como el peso de ella se volvía extrañamente mayor, como si
este se concentrara cada vez más en una proporción menor en mi mano. Sus dedos
se comenzaban a resbalar de los míos. El tiempo se había agotado, ella pronto
caería al abismo.
Intente subirla nuevamente, desesperado por hacer algo, pero de nuevo el frágil
suelo en el que nos encontrábamos comenzó a despedazarse poco a poco abajo de
nosotros. Si continuaba, ambos caeríamos; pero si no hacía algo pronto, ella
seria quien caería.
Comencé a entrar en pánico, nunca pensé que Armando tardaría tanto en ir a
buscar ayudar. El tiempo se había agotado y yo solo podía observar como Ruth se
resbalaba de mi mano. Me sentía impotente.
- Es patético que solo pueda hacer esto al haber llegado a tal extremo… -
escuchar su voz me sorprendió, y aún más cuando mire los labios de ella dedicándome
una sonrisa, mientras que su rostro era enmarcado por crueles lágrimas de
tristeza.
- Ruth…
- Leo… yo…
Lo último que sentí de ella fue su mano resbalarse de la mía.
Lo último que vi de ella fueron aquellos lindos ojos inundados de lágrimas
desvanecerse a través de la oscura penumbra de la montaña.
Lo último que escuche de ella fueron aquellas palabras por las cuales hubiera
matado por oírlas antes de su muerte.
- Yo también te amo… - Susurré, mientras a lo lejos se podía escuchar el
perfecto eco de varios pasos acercándose hacia donde, en ese momento, yo solo
me encontraba.